Washington acelera la segunda etapa del “Plan Cóndor". Así comienza Mariano Beristain su Informe, tras el golpe de Estado en Brasil. El proceso de “golpes blandos” que se inició en el 2009 con el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras, continuó en 2012 con la destitución de Lugo en Paraguay y alcanzó su mayor intensidad con el juicio político a Dilma Rousseff, sostiene Beristain, abre muchos interrogantes sobre el proceso democrático en América Latina. Estos últimos acontecimientos guardan semejanzas con la sucesión de golpes cívico-militares que tuvieron lugar en Latinoamérica durante la década del 70. Sobre la injerencia de EEUU en esos hechos, Beristain refiere a los documentos desclasificados del Departamento de Estado estadounidense, que implican al ex-secretario de Estado, Henry Kissinger, y a otros altos funcionarios en la represión llevada a cabo en América Latina. Una profusa documentación, dice, muestra los fluidos intercambios entre la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires y el Departamento de Estado en Washington, dando cuenta de que las administraciones estadounidenses de Ford, Carter y Reagan, estaban informados y conectados con la represión en Argentina. Hoy, sostiene Beristain, la democracia en América Latina está signada por la incertidumbre ya que a las caídas de Honduras, Paraguay y Brasil se suma el acoso incesante que están sufriendo las democracias de Venezuela, Bolivia y Ecuador. De la misma manera que ocurrió con el Plan Cóndor, afirma, los nuevos gobiernos “de baja intensidad” democrática, también pueden interpretarse como una apuesta de Washington para retomar el control de la región. Estados Unidos, afirma el periodista, también se propone avanzar hacia una etapa superior del neoliberalismo que consiste, entre otras cosas, en instaurar en la región “democracias de baja intensidad” que garanticen la continuidad del neoliberalismo a lo largo del tiempo. A diferencia de los '70, enfatiza Beristain, los militares ocupan un lugar en la retaguardia. La red de medios de comunicación se encarga de crear las condiciones políticas para debilitar y derrumbar a los gobiernos populares, además de cumplir la tarea de legitimar el acceso al poder y los programas económicos antipopulares que de los gobiernos neoliberales. Por otra parte, alerta Beristain, los golpes blandos de Brasil, Paraguay y Honduras tuvieron como denominador común la participación directa del Poder Legislativo que se amparó en resortes institucionales para profanar la decisión que tomaron los pueblos en las urnas. A menos de 50 años del ascenso de las dictaduras, concluye Beristain, los Estados Unidos vuelven a intervenir en la región, aunque ahora se valen de medios más sutiles. Pero, llama la atención: no hay que ser ingenuos, persiguen los mismos objetivos que tenían hace medio siglo: imponer un proyecto socioeconómico que transferirá las riquezas de toda una región a un puñado de compañías que pueden contarse con los dedos de las manos.